Durante la modernidad el ser humano dio un salto imponente en su evolución cuando se dedicó a buscar las realidades trascendentales del mundo en que habitaba buscando unificar todos los conocimientos que iba adquiriendo, tanto los científicos ( lo verdadero de los griegos), como los morales (lo bueno) y los artísticos (lo bello) para conseguir el control de las fuerzas naturales y lograr así el Progreso Social entronando a “la diosa razón” lo que generó la aparición de grandes utopías, tanto sociales como políticas, económicas, tecnológicas, industriales etc.
El hombre moderno centró entonces su atención fundamentalmente en la gente, redescubrió la naturaleza y la cultura y adoptó una posición científica positiva, abandonando a Dios como el centro absoluto de universo tal cual lo había hecho en el medioevo. Comprometido con la humanidad, enamorado de la vida se sintió básicamente optimista y trató de cambiar el mundo, para lo cual comprometió su presente.
Los siglos XVII XVIII Y XIX constituyeron la era de las revoluciones: Revolución Científica Newtoniana, la Revolución Industrial, la Revolución Burguesa y las liberales (Francesa y las independentistas americanas) con sus ideas de progreso y de confianza en la ciencia, que se caracterizó por el crecimiento de las grandes ciudades y la aparición de una nueva conciencia social donde se reafirma el valor del hombre y se lo considera el protagonista de la historia procurando un futuro mejor para el mismo.
Durante el S. XX la integración mundial creció y todo este crecimiento se hizo no sólo con un esfuerzo inmenso de múltiples y brillantes pensadores, científicos y artistas que signaron este tiempo, sino también como consecuencia de la necesidad de aceptar y suplir la pérdida de millones de vidas humanas en las terribles guerras que se habían suscitado, siempre en la búsqueda de cumplir con el ideal de una mejor vida para todos lo que llegó a implicar la pérdida del “yo” en beneficio del “nosotros”.
Los objetivos que se plantearon en la modernidad son sin lugar a dudas los más caros a la humanidad. El problema no estaba en ellos sino en los medios que se estaban utilizando los que llevaron en los años sesenta a una nueva crisis en el mundo, en un tiempo de guerras, discriminaciones y conflictos de todo tipo, lo que generó la reacción fundamentalmente de la juventud que buscó separarse y diferenciarse de sus mayores surgiendo diferentes movimientos de protestacómo por ejemplo “ El movimiento hippie con sus banderas de anarquía y no violencia, los Beatles con sus baladas de crítica y los Stones con su rock and roll, la lucha por la liberación de la mujer, contra la discriminación étnica y el matrimonio de los homosexuales entre otros”.
El hombre posmoderno comienza a sentir que el proyecto moderno es muy arduo y no lo acepta más diciéndose: dejemos el misticismo y disfrutemos de la vida ya que ésta es muy corta para desperdiciarla así. Se abandonan entonces los ideales y se decide disfrutar del presente con una actitud despreocupada. Es el tiempo del “YO”.
Tras la pérdida de confianza en los proyectos de transformación de la sociedad piensa que sólo cabe concentrar los esfuerzos en la realización personal y comienza a sentir que es posible vivir sin ideales. Lo importante es conseguir dinero, mucho dinero, no importa como; disfrutar la vida almáximo; mantenerse lo mejor posible. Aún la familia pasa a un segundo lugar.
Es el tiempo del “YO”. Crisis y Valores todos dentro del “Yo” y lejos del “Tú” como sociedad. Seguimos vivos…
En agradecimiento al magnífico artículo de la Dra. Zoe Valdomir